miércoles, 13 de noviembre de 2013

Be tetera, my friend


Parte de la plana mayor de los actores españoles parecen haber seguido el método Stanislavski en un curso de C.C.C. Sólo así se explican las caras de pena que pone Maribel Verdú en Quince años y un día para hacernos ver que está triste. Cuando en las Academias de arte dramático les expliquen que para ser una tetera no hace falta poner cara de tetera habremos progresado un poco. No hay nada que más me moleste de un actor que el que se empeñe en demostrarnos que está actuando en lugar de lo contrario y, en esto, los actores españoles han querido emular a la Selección Española y son campeones del mundo, de Europa, pichichis, bota de oro,sonrisa de plata, mirada de bronce y lágrima de platino.

Generalmente, alguien que está triste no está constantemente mirando al vacío con cara de pena, ni alguien que está melancólico se va a contar olas a la playa. Si la narración es buena (el guión de Gracia Querejeta y Antonio Mercero es un bodrio pretencioso) las emociones se desprenden directamente de la historia que se cuenta y no es necesario que nadie te diga lo que tienes que sentir. 

Que Maribel Verdú salga haciendo mohines todo el rato es equiparable a que un regidor aparezca detrás de ella con un cartel en el que estuviese escrito "¡Está triste, empatizad, malditos!".

Buena parte de los directores, guionistas, actores y novelistas (los malos) pretenden dirigir nuestros sentimientos como si fuésemos tontos y, yo no sé para vosotros, pero a mí me parece un poco insultante. Cuando veo a Maribel Verdú poniendo cara triste durante media película no veo a su personaje: veo a Maribel Verdú intentando parecer triste, dándome gato por liebre. 

Una vez, después de una discusión con un amigo sobre el talento dramático de Nicholas Cage (yo creo que tiene el mismo talento que una lata de atún), me preguntó qué actor de su generación era mejor que él. Respondí que cualquier otro es mejor que él, que se podría escoger al azar. No le sirvió esa respuesta, por supuesto, pero lo cierto es que yo creo que los buenos actores son los que parece que no están actuando y por lo tanto pasan desapercibidos: no supe decirle ningún nombre y tomó el rábano por las hojas.

A la hora de escribir (no hay más que leer cualquier cosa de Lucía Etxebarría; también de Pérez Reverte) el dirigismo también es una práctica muy común. "-Oh- exclamó Laura sorprendida a Lucas cuando éste le preguntó si se hacía la depilación brasileña". La traducción podría ser la siguiente: "tú que estás leyendo, mula parda, le han hecho una pregunta a Laura cantidubi de acojonante y se ha sorprendido, lo cual nunca jamás podrías haber imaginado si no te lo hubiese escrito yo, que soy más listo que tú".

La buena literatura, como el buen cine, no dirige tus sentimientos sino que es la narración, la historia y la manera de contarla, la que hace que los tengas. Si escribes, sé honesto, ahórrate artificios innecesarios y no trates a quien te lee como si fueses mejor que él. Y si lo tuyo es la interpretación, recuerda: nunca pongas mirada de tetera, sé la tetera, be water, my friend.







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