Corre por ahí el rumor de que si abres y cierras tres veces el armario, aparecerá inmediatamente la ropa que deseas ponerte.
Hace ya unos cuantos años, José ángel Valente escribía
┐Dalet
Tejí la oscura
guirnalda de las letras:
hice una puerta
para poder cerrar y abrir,
como pupila o
párpado, los mundos.
La constante, en la vida rutinaria o en la literatura, es la sensación de pérdida y una búsqueda que una el mundo en el que no sabemos lo que somos al mundo en el que estamos destinados a existir.
También Arquímedes dejó escrito hace más de un par de fines de semana: Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo. Podría haber dejado escrito: o no me des ningún punto de apoyo y dame pastillas para el mareo.
He abierto y cerrado los armarios de abedúl, las pupilas del amor y los párpados de las letras las veces suficientes como para descreer ese tipo de superstición y, así, he terminado por adoptar la frase con la que doy la bienvenida en la biografía de mi tuiter: "Desde ningún sitio a toda prisa hacia ninguna parte".
Vivir es una huída hacia adelante, un andar a tientas en la vida, así que si alguien me ve pestañeando extrañamente delante del espejo no es para saber quién soy y si abro y cierro tres veces la puerta del armario, tenedlo claro: no es por superstición, es por costumbre.
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